domingo, 4 de diciembre de 2016

La citología (y por qué no es una experiencia que mole)

Hoy se ha cumplido el primer aniversario de mi primera vez. Con el ginecólogo, aclaro. Hace un año me hice por primera vez una citología. Fue una experiencia un tanto peculiar.

Fui sola, y cabreada con el tipo con el que mantenía una relación de lo más confusa. Es decir: él nunca fue mi novio, pero hacíamos cosas de novios. Me hice la citología porque empecé a tomarme la píldora. El caso es que la noche anterior habíamos quedado para ir a un concierto en un garito pequeño de Madrid. Tenia cena de empresa y llegó a nuestra cita muy tarde. He de aclarar que no soy ese tipo de chica. No soy esa que se enfada contigo porque te retrases un poco. Pero me encabrona, y supongo que no estoy loca por ello, quedar con alguien y que se presente casi una hora tarde, mamado y después de haberse perdido en el metro. Le habría matado. Pero le quería, por eso no lo hice.

Para compensar, intenté ponerme a su nivel a base de cerveza. Recuerdo que mientras esperábamos a que empezase el concierto, el DJ pinchó Do you love me? de los Contours y que bailé, porque aquel fue el momento que había estado esperando toda mi vida, o al menos desde que con 9 años vi por primera vez Dirty Dancing.

Más tarde, cuando el concierto ya había acabado y volvimos al metro, consiguió que me encabronase otra vez por motivos muy diferentes: no puedes ser un capullo conmigo y esperar que no me enfade. No puedes hacer comentarios sobre el culo de la tía que camina delante de nosotros y esperar que no me enfade. No puedes criticar mi profesión y esperar que no me enfade. No puedes despreciar mi oportunidad de inmersión laboral en un periódico de tirada nacional – vale, al final fue en una revista. Pero de tirada nacional, y del mismo grupo editorial que el periódico – y esperar que no me enfade. Estaba muy cabreada. Tanto, que cuando llegué a casa no pude dormir. Lo achaqué a la mezcla de los nervios por tener que ir a mi primera citología yo sola al día siguiente para poder empezar a tomar hormonas y poder follar a pelo con un capullo sin tener que preocuparme por quedarme embarazada.

Por la mañana me duché, me puse bragas limpias y fui a mi centro de salud a la que, hasta ahora, ha sido la situación más incómoda que he experimentado nunca. Más incómoda incluso que aquella vez que me lié con un tipo que cuando me besaba, me lamía la cara como si fuese un perro. Entras allí y te hacen preguntas sobre tu situación sentimental y tu actividad sexual, para acto seguido pedirte que te quites la ropa y te abras de piernas sobre una camilla. Gracias a Dios, no vi el instrumental médico que introdujeron en mi vagina. Y gracias a Dios, no me dolió mucho. Era algo que me preocupaba y temía que al estar nerviosa y tensar los músculos no hubiese forma de explorar como es debido.

Así que ahí estás tú, respirando hondo y soltando el aire mientras introducen una especie de varilla (prefiero imaginarlo así) por tu coño. Cuando acaban te informan de que los resultados tardarán un mes en llegarte a casa, a menos que algo esté mal en tu vagina, en cuyo caso te llamarán por teléfono.

Y joder, el susto cuando llegó la carta una semana más tarde todavía me dura en el cuerpo. Porque a ver, aunque los resultados fuesen normales, tanta celeridad al enviarlos no deja de ser acojonante. He recordado todo esto precisamente hoy, porque debería repetir la experiencia este mes. Y es gracioso, porque la última vez tenía un motivo, por muy cuestionable que fuese. El capullo ahora es uno de mis mejores amigos. Y he tenido algo así como un novio, pero lo cierto es que ahora no estoy con nadie. He tenido poco sexo y aunque había partes que molaban, en general me he aburrido bastante. Mi “novio” no quería hablar de follar, quería hablar de hacerme el amor. Cosa que me ponía de los nervios. Le dejé porque me irritaba que me escribiese.


Mi conclusión respecto a la citología, es que me entristece pensar en ello. En que me sentiré vacía, y sin un propósito real. No tengo problemas hormonales, ni tampoco de regularidad. No me alivia el dolor porque jamás he tenido dolor de ovarios. No tengo una regla especialmente abundante, ni siquiera soy de las que tienen anemia cuando la querida menstruación viene a visitarla. ¿Qué sentido tiene tomarse la píldora cuando no follas con alguien a quien quieres mucho y con quien te apetece follar mucho? ¿Qué sentido tiene la píldora si no follas con alguien? En este caso, supongo, es por pura nostalgia.

jueves, 5 de mayo de 2016

Trabajar dignifica, y yo acabé harta de tanta dignidad

Hacía mucho que no pasaba por mi querido hijo al que siempre termino abandonando. Qué voy a hacerle, soy una madre horrible. Y sí, he eliminado entradas que no llevaban a ningún sitio y que lo último que hacían era darle continuidad a esto. Aunque claro, al interior de mi cabeza ya le cuesta ser coherente, así que imaginen...

Resulta que he cambiado. A lo largo de este año me ha dado tiempo a volverme una cabrona que pasa de todo, a ser la tía guay, a enamorarme, a decepcionarme, a inspirarme, a volver a leer mogollón, a desarrollar mi gusto musical, he empezado a hacer kick boxing y he hecho mis primeras incursiones en el mundo laboral.

Como una ha llegado a la conclusión de que el amor es la mayor mierda que hay, aunque preciosa, dejaremos ese tema aparte y nos centraremos en lo que importa: me he convertido en una mujer trabajadora, independiente, digna. Jodidamente digna.

Todo empezó en mayo del año pasado - que a mí me gusta recordar como el mayo del amor, pero no soy una romántica. A mí no me acusen de eso -. Empecé a pensar que la idea de buscarme un curro de verano no estaba tan mal. Así que feliz, optimista, embriagada de amor y primavera, me lancé a la búsqueda de empleo en la bolsa de trabajo de la universidad. Y COIE, nunca tendré palabras suficientes para agradecerte que me brindaras aquella oportunidad

Envié mi CV a numerosas empresas a las que pensaba que se adaptaba mejor mi perfil. Me volví una loca del coño que lo único que hacía era entrar una y otra vez al GIPE a ver si había cambiado el estatus de mi solicitud, para encontrarme siempre con un "La Universidad está valorando su solicitud". Hasta que un día después de las elecciones municipales, después de haber pasado buena parte de la noche quejándome al chico con el que me enrollaba de que no me estaban dando la oportunidad de demostrar lo que valía, mi teléfono sonó para darme las buenas nuevas: dentro de dos días tienes una entrevista de trabajo Natalia. ¿El empleo? Tampoco espectacular, escribir reseñas de casas rurales no es el sueño de todo periodista, pero menos es nada y además era de esos pocos sitios en los que pagaban por trabajar. 

Pues dos días más tarde me arreglé, fui hasta Suances - también conocido como "donde Cristo perdió el mechero" - e hice la entrevista. ¿Y saben qué? Me jodí y me aguanté, porque había dos plazas y ninguna fue para mí.

Pero que no decaiga el ánimo. Yo no perdí la esperanza, y seguí enviando mi CV a diestro y siniestro con la ilusión de que alguien se fijase en mí. Y el cielo escuchó mis plegarias, porque me llamaron de un lugar que se las prometía bastante bien, aunque no pagaban y nunca me había visto trabajando en una agencia.



De nuevo me arreglé, aunque no sirvió de nada, porque me cayó la tormenta de la historia en los diez minutos que se tardaba de ir del metro a la oficina y llegué allí hecha un desastre. Mi entrevista era en una agencia de comunicación pija de Castellana en la que, cito textualmente de mi credencial del COIE, mis labores iban a ser: "Desarrollo de actividades de Gabinete de prensa: redacción y envío de notas de prensa, relación con medios de comunicación, seguimiento y recogida de apariciones, desarrollo de press-clipping, colaboración en eventos, redacción de textos y desarrollo de artículos de opinión y tribunas, apoyo en encuentros con medios..."

La primera impresión fue un tanto chocante. La oficina tenía la estructura de cualquier piso, pero eso era lo de menos. Llegué, y una recepcionista muy maja me pidió que esperara y me llevó a una sala de reuniones. Y esperé, podéis apostar algo a que esperé. Veinte minutos hasta que alguien se dignó a aparecer. Una chica, vestida bastante normal, vino para hacerme la entrevista. A partir de ahora la llamaremos G.

[​IMG]
Y nada, me cogieron. Me preguntaron cuando podría empezar, y yo les dije que el 25 de junio, porque el 24 acababa los exámenes. Todavía me pregunto el por qué consultar, si tuve que empezar a trabajar un 22. Y así pasó, que en el examen de arte lo único que me faltaba era llorar. Pero no adelantemos acontecimientos.



Mi primer día allí fue... interesante. Me presentaron a mi compañeras - yeah, éramos todo tías, los únicos hombres eran el creativo y el dueño de la empresa -, a todas. Y normal, porque éramos en total doce personas en plantilla, contando conmigo. La compañera con la que yo iba a trabajar (de ahora en adelante, A) tuvo la decencia de hacer algo que G no hizo en la entrevista: avisarme de que había código de vestuario y de que no podía llevar vaqueros, ni leggins, excepto los viernes. G, por su parte, apareció aquel día monísima. La hijaputa hasta se había peinado. Dediqué el día a hacer mi firma de outlook y a eliminar toooooda la mierda que había en la bandeja de entrada, que no era poca. Esa tarde me fui de compras.



En mi tercer día de trabajo ya había decidido que el curro era una mierda: la empresa era un nido de víboras, el trabajo no era el que prometían y para más inri no me pagaban ni el transporte, que de aquella todavía me costaba 40€ al mes. ¿Recuerdan aquella lista de actividades a desarrollar de mi credencial del COIE? Pues miren: no envié ni redacté una sola nota de prensa; mi relación con los medios fue la de llamar para que me diesen algún correo y solo en dos ocasiones traté con los periodistas; el seguimiento y la recogida de apariciones, es decir, el clipping, solo lo hice durante agosto, mes en el que todo el mundo se fue de vacaciones y solo quedábamos dos personas trabajando y una de ellas solo se dedicaba a la cuenta que llevaba. Adivinen: Natalia hizo el trabajo que normalmente hacían entre cuatro personas. Tampoco colaboré en eventos, ni redacté textos, ni artículos de opinión y tribunas, ni apoyé en encuentros con medios. 



Y ustedes se preguntarán... "¿Y qué hiciste, alma de cántaro?" Pues yo les responderé: NADA. Me pasé todo el verano haciendo bases de datos que nunca se terminaban y recortando pantallazos con el Word. Creanme, el tercer día, cuando iba de camino a mi famoso examen de arte, echaba tanto de menos la universidad que estuve a punto de llorar en más de una ocasión

Esta era yo cuando me encontré con una de mis mejores amigas en la facultad ese día

Intenté marcharme, de verdad que sí, pero los medios en este país tienen la bella costumbre de no contestar a los emails que envías con tu CV. Y los meses cada vez se me pasaban más despacio. Y no me pagaban. Encima, nadie allí se molestaba en limpiar y la pelusa rondaba a sus anchas, por no hablar del estado de los estropajos para fregar las tazas de té.

Para añadir más leña al fuego, mi perro se murió en agosto. Decidí que a partir de ahí todo lo relacionado con la empresa me iba a traer al fresco, así que Facebook y Twitter abiertos, me piraba a tomar té cuando me apetecía y empecé a pasar mi días leyendo la Jot Down sin descanso. Para muestra, un botón. Estos son algunos de mis tweets de entonces:






Total, que mi jefe me ofreció en septiembre que me quedase otros seis meses. Casi me río en su cara. Y salí de allí, y nunca miré atrás.

El día 22 de septiembre me despedí de aquella horrible oficina. El día 25 me teñí el pelo de color azul. Y fui feliz, más feliz de lo que nunca había sido.

Ahora trabajo en otro sitio. Hago prácticas, seis meses. Esta vez en Diario Médico, que es de Unidad Editorial. Mis compañeras son encantadoras, mi jefe ayer se lió a golpes con una piñata que nos habían enviado hasta que la rompió y empezó a repartir chuches, así que sí, tengo el mejor jefe del mundo. He abandonado las faldas de tubo, las camisas y los tacones para trabajar y me acompañan mis leggins y mis Converse. Todos los días redacto para la web, y firmo al menos una noticia a la semana. Y me pagan, aunque sea poco.

Ahora me siento digna, hasta realizada. Antes solo humillada.

jueves, 8 de enero de 2015

De la libertad de expresión y el humor. Je suis Charlie.

Ayer por la mañana sucedía en París una auténtica tragedia. Ayer, a las once de la mañana, tres encapuchados entraban en la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo armados con fusiles Kaláshnikov y asesinaban fríamente a doce personas al grito de "Alá es grande": redactores, dibujantes, el director de la publicación y policía. ¿El motivo? Vengar al Profeta.
Antes de nada me gustaría aclarar que personas crueles y sanguinarias las hay en todas partes, de todas las nacionalidades, de todos los colores, de cualquiera de los dos sexos, con cualquier ideología política y por supuesto, con sus creencias religiosas.

No soy una persona creyente y lo digo abiertamente. No creo en Dios. No creo que exista un ser superior que nos creó a todos a "su imagen y semejanza". Admiro a la gente que tiene esa capacidad de creencia ciega porque supongo, de nuevo, que viven más en paz consigo mismos y que tienen unos objetivos vitales muy claros. Admiro a la gente que de verdad tienen esa pureza y sienten ese fervor. Admiro por encima de todo a las personas que creen y son razonables, a las que no imponen la religión por encima de la vida de los demás.

Lo que ocurrió ayer en París fue un ataque contra la vida, la libertad de expresión, de prensa y el humor. Un ataque muy grave que ha escandalizado, y con razón, a medio mundo. Sin embargo, no me parece sorprendente. No me malinterpreten: si hay algo que ha acabado con la vida de un sinnúmero de personas a lo largo de la historia es la religión. Ha habido guerras en nombre de Dios. Se han censurado numerosas publicaciones a lo largo de la historia mediante instrumentos religiosos. Siento decirlo, pero aunque me horrorice, un atentado como este no me sorprende en absoluto.

No me gustaría detenerme más de la cuenta en la cuestión religiosa, porque no es mi campo. Pero sí me gustaría reflexionar y comparar. Está demás decir que a todos nos produce náusea pensar en una matanza como la de ayer, pero si hay algo que también me parece nauseabundo son las declaraciones de los políticos y mucha prensa española.

Esta fue la portada que El Jueves
se vio obligada a publicar en lugar
de la original.
Aquí, la famosa portada
Monghola
Nos echamos las manos a la cabeza y nos rasgamos las vestiduras porque un grupo de fundamentalistas se lía a tiros en la redacción de una revista en un acto represivo, y sin embargo en España vienen a darnos lecciones de libertad de expresión los hipócritas que secuestraron la portada de El Jueves el pasado verano con Juan Carlos y Felipe VI. No se asesinó a nadie, pero tampoco fue necesario. RBA ya estaba ahí para poner orden, y ya de paso provocar la salida de la revista de muchos de sus dibujantes más emblemáticos. ¿Nos hemos olvidado de cuando Hola quiso que se retirase el número de Mongolia que "utilizaba" su nombre y "mostraba la intimidad de la celda de la Infanta Cristina" porque "los lectores se estaban
confundiendo de publicación"? Tampoco hemos matado a nadie, pero también hemos puesto el grito en cielo - nunca mejor dicho. Y no, esto no pretende ser un chiste - cuando Mongolia, de nuevo, ha colocado en portada o han hecho referencia al que ellos llaman el Hombre del Espacio, un Cristo o la virgen de la Macarena. Incluso al sacrosanto Adolfo Suárez.


Nos quieren dar lecciones de libertad de expresión y solidaridad los mismos que aprueban la Ley de Seguridad Ciudadana, o como se conoce en la calle, "Ley Mordaza". Temo enormemente que una tragedia como la de ayer se torne en un elemento clave de la agenda política de muchos, que es lo que parece que ya sucede, especialmente con el Frente Nacional de Marine Le Pen.


Ustedes saquen sus propias conclusiones. Yo, mientras tanto, les dejo las mías. El humor requiere razonar para comprenderlo y que exista, la religión precisa que no se razone, solo que se crea. Como estudiante de periodismo, mi segunda conclusión es que la libertad de expresión es de un valor incalculable, que hay que cuidar, mimar y proteger ante todo. Como estudiante de periodismo, defiendo el derecho de los ciudadanos a tener una información veraz, lo más exacta y objetiva posible y a unos informadores con credibilidad. Y por último, si de verdad existe un Dios todopoderoso creador del universo, supongo y espero, que podrá aceptar un broma.

lunes, 29 de diciembre de 2014

"Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos". Viva el espíritu navideño.

Ya está aquí la Navidad amigos. La Navidad... Esa época del año destinada a pasarla con los amigos, la familia y a cenas insoportables rodeados de personas que vemos un par de veces o tres a lo largo de doce meses y que fingen interesarse por cómo te va la vida, aunque es algo que no se molestan en pensar en los 363 días del año restantes (esto último es mutuo).

Son días destinados a comer roscón, bombones, polvorones, turrón y las odiadas pasas y peladillas. Por no hablar de los atracones de cordero y cochinillo, los mariscos varios y el repetir todo este proceso de comida sana durante toda la Navidad.
Horribles peladillas. Las pasas son peor.
Maravilloso, ¿verdad? A todos nos encanta la Navidad, nos encanta reunirnos con la familia todo el tiempo, nos encanta brindar en fin de año y el topicazo de que alguien de la mesa casi se ahogue cuando está engullendo uvas. Nos encanta contagiarnos del entusiasmo y la felicidad por la llegada de Papá Noel o los Reyes Magos. 

La pregunta es... ¿Es todo esto necesario? La Navidad no es más que otro producto que alguna mente brillante se inventó aprovechando el calendario religioso. Nada más. ¿Quién dijo que en esta fechas te tienes que reunir obligatoriamente con la familia, agradecer que vives un año más y ser inmensamente feliz? ¿Quién dijo que tienes que dejarte el sueldo del mes (quien pueda permitírselo) en comprar ingentes cantidades de comida y bebida que inevitablemente, y año tras año, sobran? Y por último, ¿quién se atrevió a decir que para estar en paz y armonía había que devanarse los sesos buscando buenos y maravillosos regalos para la familia?

Seamos sinceros: nadie quiere que le regalen cosas que necesita, todos queremos cosas que queramos. Valga la redundancia. Probablemente, las cosas que necesitamos tampoco las necesitamos de verdad. Y claro, a todos nos gusta regalar cosas que gustan, pero realmente no tenemos por qué hacerlo.

La Navidad es un producto más que el sistema nos ofrece en bandeja para consumir como locos. Igual que San Valentín, día del padre, de la madre y un largo etcétera. Por no hablar del famoso Black Friday. Incluso la lotería de Navidad que todos nos lanzamos a comprar en cantidades que asustan, desde fechas que realmente dan miedo (¿qué psicópata tuvo la idea de que podías comprar lotería de Navidad en pleno verano?) gastando - y malgastando - dinero en un sorteo que probablemente no te toque jamás, es una muestra más de la maquinaria capitalista que nos rodea. Solamente hay un agraciado el día 22 de diciembre, y es Hacienda (y Carlos Fabra, que fue muy afortunado en su día).

En definitiva, y como Chuck Palahniuk ponía en boca de su personaje de "El club de la lucha" Tyler Durden: "tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos". Admiro a esos valientes que no sonríen ante las dichosas fiestas y dicen: "me quedo en casa tan a gusto, cenando lo que sea y tomando las uvas con Antonio nosotros dos solos"

Desde aquí, les deseo a todos que el próximo año les traiga felicidad genuina, que compren menos en Starbucks (ejemmiraquienhablaejem) y que Apple no se enriquezca tanto a su costa. Les deseo que hagan lo que quieran de verdad.

 "Si estás leyendo esto, el aviso va dirigido a ti. Cada palabra que leas de esta letra pequeña inútil, es un segundo menos de vida para ti. ¿No tienes otras cosas que hacer? ¿Tu vida está tan vacía que no se te ocurre otra forma de pasar estos momentos? ¿O te impresiona tanto la autoridad que concedes crédito y respeto a todos los que dicen ostentarla? ¿Lees todo lo que te dicen que leas? ¿Piensas todo lo que te dicen que pienses? ¿Compras todo lo que te dicen que necesistas? Sal de tu casa, busca a alguien del sexo opuesto. Basta ya de tantas compras y masturbaciones. Deja tu trabajo. Empieza a luchar. Demuestra que estas vivo. Si no reivindicas tu humanidad te convertirás en una estadística. Estás avisado...".
No se lo digo yo, se lo dice Tyler Durden.


PD.: y para alimentar su espíritu navideño, porque yo ya tengo a los niños del barrio lanzando petardos día tras día, les dejo una bonita lista de reproducción con los clásicos villancicos para que disfruten de las fiestas en familia, comiendo como cerdos y esperando vanamente que toque la lotería del Niño, que reparte más. Feliz Navidad.





lunes, 1 de diciembre de 2014

Europa... ¿Pero qué has hecho?

Pocos meses después de que Olivier Guez escribiese su artículo en The New York Times, el periodista y cómico Dani Mateo (El Intermedio, La Sexta) escribía en su cuenta de Twitter: "'Europa... ¿Pero qué has hecho?' Con Marianico 'el corto', Lina Merkel y Silvio Berlusconi en el papel de galán maduro. Reirás hasta LLORAR". Si bien el comentario del cómico estaba hecho en clave de humor, no puedo evitar darle la razón. Vivimos una situación en Europa en la que efectivamente, reiremos hasta llorar. 

Escribo estas líneas desde el casi más absoluto desconocimiento de cómo se pueden arreglar los desastres por los que todos pasamos actualmente como europeos que somos. Pero sí tengo claro que Europa me parece de chiste. La unión y el consenso a los que parecíamos caminar todos juntos con la formación de una Comunidad Europea, con una moneda común, se han perdido. Cada país busca su propio bienestar, mantenerse a flote, aunque sea a costa de la supervivencia de los demás. La cooperación, la ayuda internacional parecen brillar por su ausencia, y en su lugar, la desunión y el interés cobran fuerza. Todos parecen desconfiar de su vecino, tanto los que no comparten nacionalidad, como en el caso de España, los que sí la comparten. Nos regimos, indudablemente, por la ley del más fuerte.  

Los políticos se empeñan en hacernos ver a los diferentes países miembros de la Unión como individuos víctimas de la maldad de "Europa". Y ese es uno de sus grandes fallos. Europa no nos hace ningún mal. Es la desunión y la desconfianza, el afán de imponer unas reglas a los que apenas tenemos voz que nos ahogan, mientras los que sí la tienen continúan viviendo a cuerpo de rey. Es la corrupción y la enorme falta de solidaridad lo que nos hace daño como miembros de una comunidad, de una sociedad, de un continente. ¿Cómo vamos a confiar los ciudadanos en nuestros dirigentes si no predican con el ejemplo? Como española, siento que el Presidente y su gabinete de gobierno me exigen austeridad, que "me apriete el cinturón". Siento que ponen en marcha medidas que únicamente van a dificultar el crecimiento. Siento que llegará un punto en el que no solo tendré que marcharme de mi país si quiero trabajar, si no que además tendré más obstáculos para acabar de estudiar una carrera. Y siento que mientras yo comparto todas estas inquietudes con un porcentaje bastante alto de mis conciudadanos, mi Presidente y su gabinete son acusados de verse envueltos en una trama de corrupción que incluye recibir sobres con grandes cantidades de dinero dentro.  

Y sin embargo, ante esta situación, el resto de países europeos tampoco parecen la solución. No solo por sus problemas de índole similar, como ha sido el caso de Italia en los últimos años, si no porque parecemos no tener una conciencia europea. Cada vez existen más trabas para pasar las fronteras, especialmente las británicas si uno tiene la intención de quedarse aunque sea por un corto espacio de tiempo. Es triste pensar que Europa, antaño un continente moderno y cosmopolita, se haya convertido en este viejo huraño que rechaza prestar ayuda a los que lo necesitan. Es triste que Europa ya no sea un hogar para los europeos y que en caso de necesidad uno se vea obligado a dejar su hogar para marcharse a un lugar extraño, quizá el primero en el que le acojan cualesquiera que sean las condiciones. 

Como escribía anteriormente, no sé cual es la solución a esta situación, pero creo que el camino que seguimos no es el correcto. De hecho, podría asegurar que la dirección en la que vamos es, a todas luces, la opuesta a una recuperación tanto económica como de espíritu. Olivier Guez decía en su artículo que el factor unificador de la Europa de 1945 fue el pavor. A día de hoy pienso que nosotros, ciudadanos europeos de 2013, debemos devolverle el alma a Europa, un alma basada en su riqueza de culturas y costumbres, de ciencia, de progreso, de fronteras mucho más flexibles. Quizá la respuesta a la crisis que vivimos esté en este aspecto, en recuperar el espíritu europeo que hemos olvidado. 

Pensar Europa

La semana pasada me aconsejaron respecto al blog, y me dijeron que me aprovechase del nombre y le diese un tono más periodístico. Pues a ello voy.

El curso pasado tenía una asignatura muy interesante, y era Políticas de Información y Comunicación en la Unión Europea. La primera semana la profesora nos encargó escribir un ensayo a partir de dos textos -también muy interesantes- y los mejores se leerían en clase. Lo cierto es que no estaba muy segura de cómo me había quedado, pero me sorprendió cuando mi nombre estaba en la lista para leer mi escrito delante de todos (puede que esto suene a que estoy alardeando, pero si quieren ustedes verme sufrir súbanme a un estrado a hablar en público).

Ahí va, lo titulé "Europa... ¿Pero qué has hecho?", porque como ya decía la semana pasada, soy un horror titulando. Espero lo disfruten, y si tienen algo que sugerir, comentar o lanzarme tomates, son ustedes bienvenidos en la sección de comentarios. 

PD.: Iba a escribirlo en esta entrada, pero queda tan largo y tan mal que mejor lo subo en otra. Sirva esta de presentación y para anunciar que en el futuro escribiré cosas en serio. He dicho.


sábado, 22 de noviembre de 2014

The choice is yours, so choose... Estoy muy musical, que voy a hacerle.

I'm not excited, but should I be? He vuelto, y antes que de costumbre. Estoy en casa así que el ordenador me supone un estrés mucho menor.

Estaba escuchando mi lista de reproducción "Favoritos" de Spotify mientras pasaba apuntes de esa maravilla del plan de estudios de Periodismo que es Sociología Política -no, no es sarcasmo. Es una maravilla de verdad- y estaba pensando en muchas cosas. Cosas importantes, cosas banales, de todo un poco y según la canción. 

Y así, divagando... ¿Nunca les ha pasado que escuchan un tipo de música distinta según estén de ánimo? A mí me pasa, y sospecho que a todos. Pero también al contrario. Mi estado de ánimo cambia según lo que escuche, y pienso mil cosas diferentes dependiendo de lo que esté sonando en ese momento. Y lo que es peor, una se vuelve adicta a esas sensaciones incluso cuando a veces ni son reales, solo inducidas por la música. 

Levante la mano quien no se haya deprimido hasta límites insospechados escuchando a Radiohead
Y hay algo que a mí personalmente me es mucho más adictivo. Sentirme de cualquier manera y regodearme en ello por la música. Vean ustedes... La vida a veces es una mierda, pero hay momentos en los que por muy mierda que sea hasta que no se regodea una no se queda tranquila. Pueden llamarme loca si quieren, no serían los primeros
El Capitán Obvio ha vuelto.
No le juzguen, no sabe tanto
de cine como piensa...

Cambiando de tema. Anoche fui a ver "Los Juegos del Hambre: Sinsajo - Parte 1". Me gustó más o menos. No puedo jurar que sea muy fiel al libro porque sinceramente, lo tengo totalmente olvidado. No me juzguen, me leí la trilogía hace demasiado tiempo. Y ni con esas, que nunca debemos olvidar que el cine y la literatura son universos opuestos (tenga ustedes una perla de sabiduría, sabía que la necesitarían). De todos modos, no caeré en el craso error de juzgar la película desde sus supuesta fidelidad al libro. Mola, está bien, es entretenida, cumple con su función. Las actuaciones no es que sean de Oscar, pero joder (ups!), ¡tienen a Philip Seymour Hoffman! Y a Donald Sutherland, y a Julianne Moore...
No puede nadie quejarse de actorazos. Y tiene un contenido político mayor que sus antecesoras, lo cual agradezco enormemente. Pero igualmente, me supo a poco. Ya veremos con su parte final el año que viene.

Me despido por hoy, que el lunes tendré que escribir otra entrada y ¡sorpresa!, seguro que no sé qué decir. Les dejo aquella lista de reproducción que estaba escuchando, en la que hay de todo. Y cuando digo todo, es CASI TODO. 


Me voy, y me voy pensando en una cosa que leí en Twitter una vez sobre los estados de ánimo, la música y la droga. Ustedes saquen sus propias conclusiones.